SÍNODO
SOBRE LOS JÓVENES
– ROMA 2018
“ LOS
JÓVENES, LA FE Y
EL DISCERNIMIENTO VOCACIONAL ”
“ JOVEN : ¡ PROHIBIDO SER MEDIOCRE ! ”
CONTENIDO
1. Papa Francisco: Anuncio del Sínodo sobre los Jóvenes,
Enero de 2017.
2. “Lo que el papa pide a los jóvenes” con el Sínodo, Miguel
Pérez.
3. Presentación del Documento Preparatorio para el Sínodo
4. El papa Francisco a los Jóvenes de Roma, Abril de 2017.
5. Cuestionario para el Documento de Trabajo en el Sínodo.
6. JMJ Polonia 2016: 10 frases del papa Francisco.
“Los cristianos que
están incorporados a Cristo por el bautismo, forman el pueblo de Dios y
participan de las funciones de Cristo: sacerdote, profeta y rey. Ellos
realizan, según su condición, la misión de todo el pueblo cristiano en el
Iglesia y en el mundo: Son “hombres de la Iglesia en el corazón del mundo, y hombres del
mundo en el corazón de la
Iglesia ”. Su misión propia y específica se realiza en el
mundo, de tal modo que con su testimonio y su actividad contribuyan a la
transformación de las realidades y la creación de estructuras justas según los
criterios del Evangelio.”
(Documento de Aparecida 209-210).
CEBs de Guayaquil, PR. Abril de
2017.
1. SÍNODO
DE LOS JÓVENES
2018
Lema :
LOS JÓVENES, LA FE
Y EL DISCERNIMIENTO VOCACIONAL.
« Muchas
veces el Señor
revela al más
joven lo que
es mejor » (san Benito).
Carta
del Papa Francisco a los jóvenes del mundo.
Vaticano, 13 de enero de 2017.
«Queridos jóvenes,
Tengo el agrado de anunciarles que en el mes de octubre del 2018 se celebrará el Sínodo
de los Obispos sobre el tema «Los jóvenes, la fe y el discernimiento
vocacional». He querido que
ustedes ocupen el centro de la atención porque los llevo en el corazón.
Precisamente hoy se presenta el Documento Preparatorio, que les ofrezco como
una “guía” para este camino.
Me vienen a la memoria las palabras que Dios
dirigió a Abrahán: «Vete de tu
tierra, de tu patria y de la casa de tu padre a la tierra que yo te mostraré»
(Gen 12,1). Estas palabras están dirigidas hoy también a ustedes: son las
palabras de un Padre que los invita a “salir” para lanzarse hacia un futuro no conocido pero prometedor de seguras
realizaciones, a cuyo encuentro Él mismo los acompaña. Los invito a escuchar la
voz de Dios que resuena en el corazón de cada uno a través del soplo vital del
Espíritu Santo.
Cuando Dios le dice a Abrahán «Vete», ¿qué quería
decirle? Ciertamente no le pedía huir los suyos o del mundo. Su invitación fue
una fuerte provocación para que
dejase todo y se encaminase hacia una tierra nueva. Dicha tierra, ¿no es
acaso para ustedes aquella sociedad más justa y fraterna que
desean profundamente y que quieren construir hasta las periferias del mundo?
Sin embargo, hoy, la expresión «Vete» asume un
significado diverso: el de la prevaricación, de la injusticia y de la guerra.
Muchos jóvenes entre ustedes están sometidos al chantaje de la violencia y se
ven obligados a huir de la tierra natal. El grito de ellos sube a Dios, como el
de Israel esclavo de la opresión del Faraón (cfr. Es 2, 23).
Deseo también recordarles las palabras que Jesús
dijo un día a los discípulos que le preguntaban: «Rabbí […] ¿dónde vives?». Él
les respondió: «Venid y lo veréis» (Jn 1,38). También a ustedes Jesús dirige su
mirada y los invita a ir hacia Él.
¿Han encontrado esta mirada, queridos jóvenes? ¿Han escuchado esta voz? ¿Han
sentido este impulso a ponerse en camino? Estoy seguro que, si bien el ruido y
el aturdimiento parecen reinar en el mundo, esta llamada continúa a resonar en
el corazón da cada uno para abrirlo a la alegría plena. Esto será posible en la
medida en que, a través del acompañamiento de guías expertos, sabrán emprender
un itinerario de discernimiento para
descubrir el proyecto de Dios en la propia vida. Incluso cuando el camino se
encuentre marcado por la precariedad y la caída, Dios, que es rico en
misericordia, tenderá su mano para levantarlos.
En Cracovia, durante la apertura de la última
Jornada Mundial de la Juventud, les pregunté varias veces: «Las cosas, ¿se pueden cambiar?». Y ustedes exclamaron juntos a
gran voz «¡sí!»”. Esa es una respuesta que nace de un corazón joven que no
soporta la injusticia y no puede doblegarse a la cultura del descarte, ni ceder
ante la globalización de la indiferencia. ¡Escuchen ese grito que viene de lo
más íntimo! También cuando adviertan, como el profeta Jeremías, la
inexperiencia propia de la joven edad, Dios los estimula a ir donde Él los
envía: «No les tengas miedo, que contigo estoy para salvarte» (Jer 1,8).
Un mundo mejor se construye también gracias a
ustedes, que siempre desean cambiar y ser generosos. No tengan miedo de escuchar al Espíritu que les sugiere opciones
audaces, no pierdan tiempo cuando la conciencia les pida arriesgar para seguir
al Maestro. También la Iglesia desea ponerse a la escucha de la voz, de la
sensibilidad, de la fe de cada uno; así como también de las dudas y las
críticas. Hagan sentir a todos el grito de ustedes, déjenlo resonar en las
comunidades y háganlo llegar a los pastores. San Benito recomendaba a los
abades consultar también a los jóvenes antes de cada decisión importante,
porque «muchas veces el Señor revela al más joven lo que es mejor» (Regla de
San Benito III, 3).
Así, también a través del camino de este Sínodo,
yo y mis hermanos Obispos queremos contribuir cada vez más a vuestro gozo (cfr.
2 Cor 1,24). Los proteja María de Nazaret, una joven como ustedes a quien Dios
ha dirigido su mirada amorosa, para que los tome de la mano y los guíe a la
alegría de un ¡heme aquí! pleno y generoso (cfr. Lc 1,38).
Con paternal
afecto,
[San Benito (+ 547)
inició en Europa, con los ‘Benedictinos’, la vida monástica cuya regla es
‘oración y trabajo’.]
2. LO QUE
EL PAPA FRANCISCO
PIDE A JÓVENES
“He querido que ustedes ocupen el centro de la atención porque
los llevo en el corazón”.
VATICANO, 13 Ene. 2017. (ACI).
“He querido que ustedes ocupen el centro de la atención porque los
llevo en el corazón”. Con esa afirmación, referida al tema de la próxima
Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos, que llevará por tema “Los
jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”, el Papa Francisco hace una
acuciante exhortación a las nuevas generaciones en vistas al Sínodo que tendrá
lugar en octubre de 2018.
En una carta escrita por el
Santo Padre a los jóvenes, con motivo de la presentación
del Documento Preparatorio del Sínodo este viernes 13 de enero, los anima a
no tener miedo y ponerse en camino hacia aquello que Dios les pide. En
su carta, el Pontífice hace referencia a las palabras que Dios dirigió a
Abraham: “Vete de tu tierra, de tu patria y de la casa de tu padre a la tierra
que yo te mostraré”. Francisco explica que estas palabras están dedicadas hoy a
los jóvenes: “son las palabras de un Padre que los invita a ‘salir’ para
lanzarse hacia un futuro no conocido pero prometedor de seguras realizaciones,
a cuyo encuentro Él mismo los acompaña”.
En este sentido, el Papa
invita a los jóvenes “a escuchar la voz de Dios que resuena en el corazón de
cada uno a través del soplo vital del Espíritu Santo”. Explica que cuando
Dios le dice a Abraham que se marche “no le pedía huir de los suyos o del
mundo. Su invitación fue una fuerte provocación para que dejase todo y se
encaminase hacia una tierra nueva”.
Francisco exhorta a los jóvenes
a que se planteen si dicha tierra, “¿no es acaso para ustedes aquella sociedad
más justa y fraterna que desean profundamente y que quieren construir hasta las
periferias del mundo?”. “Sin embargo, hoy, la expresión ‘Vete’ asume un
significado diverso: el de la prevaricación, de la injusticia y de la guerra.
Muchos jóvenes entre ustedes están sometidos al chantaje de la violencia y se
ven obligados a huir de la tierra natal. El grito de ellos sube a Dios, como el
de Israel esclavo de la opresión del Faraón”, señala.
En esta carta, el Santo Padre
recuerda las palabras de Jesús cuando contestaba a las personas que le
preguntaban dónde vivía: “venid y lo veréis”. Dice el Papa: “También a
ustedes Jesús dirige su mirada y los invita a ir hacia Él. ¿Han encontrado
esta mirada, queridos jóvenes? ¿Han escuchado esta voz? ¿Han sentido este
impulso a ponerse en camino? Estoy seguro de que, si bien el ruido y el
aturdimiento parecen reinar en el mundo, esta llamada continúa a resonar en el
corazón da cada uno para abrirlo a la alegría plena”.
Sin embargo, el Obispo de Roma
recuerda que es necesario “el acompañamiento de guías expertos” para “emprender
un itinerario de discernimiento para descubrir el proyecto de Dios en la
propia vida”. “Incluso cuando
el camino se encuentre marcado por la precariedad y la caída, Dios, que
es rico en misericordia, tenderá su mano para levantarlos”.
El Papa concluye su carta
animando a los jóvenes a no tener miedo “de escuchar al Espíritu que
les sugiere opciones audaces”, porque “un mundo mejor se construye también
gracias a ustedes, que siempre desean cambiar y ser generosos”. “No pierdan
tiempo cuando la conciencia les pida arriesgar para seguir al Maestro”.
Finalmente asegura que
“también la Iglesia desea
ponerse a la escucha de la voz, de la sensibilidad, de la fe de cada uno; así
como también de las dudas y las críticas. Hagan sentir a todos el grito de
ustedes, déjenlo resonar en las comunidades y háganlo llegar a los pastores”.
3. DOCUMENTO
PREPARATORIO PARA EL
SÍNODO DE LOS
OBISPOS
SOBRE LOS
JÓVENES 2018
CONTENIDO
Introducción – Tras las huellas del discípulo
amado
1. Los jóvenes en el mundo de hoy
-
Un mundo que cambia rápidamente
-
Las nuevas generaciones
2. Fe, discernimiento, vocación
-
Fe: Fe y vocación – El don del discernimiento
-
Caminos de vocación y misión
-
El acompañamiento
3. La acción pastoral
-
Caminar con los jóvenes
-
Sujetos de la acción pastoral
-
Lugares
-
Instrumentos
María de Nazaret
La Oficina de Prensa de la Santa
Sede dio a conocer
hoy el documento preparatorio para la asamblea general ordinaria del Sínodo de
los Obispos que se celebrará en octubre
de 2018 y que tendrá como tema “Los
jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional". A continuación el
texto completo del documento:
INTRODUCCIÓN
«Os he dicho esto para que mi gozo esté
en vosotros y vuestro gozo sea perfecto» (Jn 15,11): este es el proyecto de Dios para los hombres y
mujeres de todos los tiempos y, por tanto, también para todos los jóvenes y las
jóvenes del tercer milenio, sin excepción.
Anunciar la alegría del Evangelio es la
misión que el Señor ha confiado a su Iglesia. El Sínodo
sobre la nueva evangelización y la Exhortación Apostólica Evangelii gaudium han
afrontado cómo llevar a cabo esta misión en el mundo de hoy; en cambio, los dos
Sínodos sobre la familia y la
Exhortación Apostólica Post-sinodal Amoris laetitia se han dedicado al
acompañamiento de las familias hacia esta alegría.
Como continuación de este camino, a
través de un nuevo camino sinodal sobre el tema: «Los jóvenes, la fe y el
discernimiento vocacional», la Iglesia ha decidido interrogarse sobre cómo acompañar a los jóvenes para que
reconozcan y acojan la llamada al amor y a la vida en plenitud, y también pedir a los mismos jóvenes que la ayuden
a identificar las modalidades más eficaces de hoy para anunciar la Buena
Noticia. A través de los jóvenes, la Iglesia podrá percibir la voz del Señor
que resuena también hoy. Como en otro tiempo Samuel (cfr. 1 Sam 3,1-21) y Jeremías (cfr.
Jer 1,4-10), hay jóvenes
que saben distinguir los signos de nuestro tiempo que el Espíritu señala.
Escuchando sus aspiraciones podemos entrever el mundo del mañana que se
aproxima y las vías que la Iglesia está llamada a recorrer.
La vocación al amor asume para cada uno
una forma concreta en la vida cotidiana a través de una serie de opciones que articulan estado de vida (matrimonio, ministerio
ordenado, vida consagrada, etc.), profesión, modalidad de compromiso social y
político, estilo de vida, gestión del tiempo y del dinero, etc. Asumidas o
padecidas, conscientes o inconscientes, se trata de elecciones de las que nadie
puede eximirse. El propósito del discernimiento vocacional es descubrir cómo
transformarlas, a la luz de la fe, en pasos hacia la plenitud de la alegría a
la que todos estamos llamados.
La Iglesia es consciente de poseer «lo
que hace la fuerza y el encanto de la juventud: la facultad de alegrarse con lo
que comienza, de darse sin recompensa, de renovarse y de partir de nuevo para
nuevas conquistas» (Mensaje del Concilio
Vaticano II
a los jóvenes,
8 de diciembre de 1965); las riquezas de su tradición espiritual ofrecen muchos
instrumentos con los que acompañar la maduración de la conciencia y de una
auténtica libertad.
Desde esta perspectiva, con el presente Documento
Preparatorio, se da inicio a la fase de consulta de todo el Pueblo de Dios. El Documento -dirigido a los Sínodos de los
Obispos y a los Consejos de los Jerarcas de las Iglesias Orientales Católicas,
a las Conferencias Episcopales, a los Dicasterios de la Curia Romana y a la
Unión de Superiores Generales- termina con un cuestionario. Además está prevista una consulta de todos los
jóvenes a través de un sitio web,
con un cuestionario sobre sus expectativas y su vida. Las respuestas a los dos
cuestionarios constituirán la base para la redacción del Documento de
trabajo o Instrumentum laboris, que será el punto de referencia para
la discusión de los Padres sinodales.
Este Documento Preparatorio
propone una reflexión articulada en tres
pasos.
-
Se
comienza delineando brevemente algunas dinámicas sociales y culturales del
mundo en el que los jóvenes crecen y toman sus decisiones, para proponer una
lectura de fe.
-
Posteriormente
se abordan los pasos fundamentales del proceso de discernimiento, que es el
instrumento principal que la Iglesia desea ofrecer a los jóvenes para que
descubran, a la luz de la fe, la propia vocación.
-
Por
último, se ponen de relieve los componentes fundamentales de una
pastoral juvenil vocacional.
Por lo tanto, no se trata de un documento
completo, sino de una especie de mapa que pretende fomentar una investigación
cuyos frutos sólo estarán disponibles al término del camino sinodal.
TRAS LAS HUELLAS DEL DISCÍPULO AMADO
Ofrecemos como inspiración para el
camino que inicia un icono evangélico:
Juan, el apóstol. En la lectura del Cuarto Evangelio él no sólo es la
figura ejemplar del joven que elige seguir a Jesús sino también «el discípulo a
quien Jesús amaba» (Jn 13,23;
19,26; 21,7).
«Fijándose
en Jesús que pasaba, [Juan el Bautista] dijo: “He ahí el Cordero de Dios”. Los
dos discípulos le oyeron hablar así y siguieron a Jesús. Jesús se volvió y, al
ver que le seguían, les dice: “¿Qué buscáis?”. Ellos le respondieron: “Rabbí
-que quiere decir ‘Maestro’-, ¿dónde vives?”. Les respondió: “Venid y lo
veréis”. Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día. Era
más o menos la hora décima» (Jn 1,36-39).
En búsqueda de un sentido que dar a la
propia vida, dos discípulos del Bautista son interpelados por Jesús con la pregunta
penetrante: «¿Qué buscáis?». A su contestación «Rabbí -que quiere decir
‘Maestro’-, ¿dónde vives?», le sigue la respuesta-invitación del Señor: «Venid
y lo veréis» (vv. 38-39). Jesús los llama al mismo tiempo a un camino interior
y a una disponibilidad de ponerse concretamente en movimiento, sin saber bien a
dónde esto los llevará. Será un encuentro memorable, hasta el punto de recordar
incluso la hora (v. 39).
Gracias a la valentía de ir y ver, los
discípulos experimentarán la amistad fiel de Cristo y podrán vivir diariamente
con Él, dejarse interrogar e inspirar por sus palabras, dejarse impresionar y
conmover por sus gestos.
Juan, en particular, será llamado a ser
testigo de la Pasión y Resurrección de su Maestro. En la última cena
(cfr. Jn 13,21-29), su intimidad con Él lo llevará a reclinar
la cabeza sobre el pecho de Jesús y a confiar en Su palabra. Mientras conduce a
Simón Pedro a la casa del sumo sacerdote, se enfrentará a la noche de la prueba
y de la soledad (cfr. Jn 18,13-27). Junto a la cruz acogerá el
profundo dolor de la Madre, a quien es confiado, asumiendo la responsabilidad
de cuidar de ella (cfr. Jn 19,25-27). En la mañana de Pascua compartirá con
Pedro la carrera agitada y llena de esperanza hacia el sepulcro vacío
(cfr. Jn 20,1-10). Por último, durante la extraordinaria pesca
en el lago de Tiberíades (cfr. Jn 21,1-14), reconocerá al
Resucitado y dará testimonio de Él a la comunidad.
La figura de Juan nos puede ayudar a
comprender la experiencia vocacional como un proceso progresivo de
discernimiento interior y de maduración de la fe, que conduce a descubrir la
alegría del amor y la vida en plenitud en la entrega y en la participación en
el anuncio de la Buena Noticia.
I. LOS JÓVENES EN EL MUNDO DE HOY
Este capítulo no ofrece un análisis
completo de la sociedad y del mundo, sino que tiene presente algunos resultados
de la investigación en el ámbito social útiles para abordar el tema del
discernimiento vocacional, a fin de «dejarnos interpelar por ella en
profundidad y dar una base concreta al itinerario ético y espiritual» (Laudato
sì, 15).
La descripción, elaborada a nivel
mundial, exigirá ser adaptada a la realidad de las circunstancias específicas
de cada región: a pesar de la presencia de tendencias globales, las diferencias
entre las diversas áreas del planeta siguen siendo relevantes. En muchos
aspectos es correcto afirmar que existe una pluralidad de mundos juveniles, no
sólo uno. Entre las muchas diferencias, algunas resultan particularmente
evidentes. La primera es el efecto de las dinámicas geográficas y separa a los
países con alta natalidad, donde los jóvenes representan una proporción
significativa y creciente de la población, de aquellos cuyo peso demográfico se
va reduciendo. Una segunda diferencia deriva de la historia, que hace
diferentes a los países y a los continentes de antigua tradición cristiana cuya
cultura es portadora de una memoria que no se debe disgregar, de los países y
continentes cuya cultura en cambio está marcada por otras tradiciones
religiosas y en los que el cristianismo tiene una presencia minoritaria y a
menudo reciente. Por último, no podemos olvidar la diferencia entre el género
masculino y el femenino: por una parte ésta determina una sensibilidad
diferente, por otra es origen de formas de dominio, exclusión y discriminación
de las que todas las sociedades necesitan liberarse.
En las páginas que siguen el término
“jóvenes” se refiere a las personas de edad comprendida aproximadamente entre
16 y 29 años, siendo conscientes de que también este elemento exige ser
adaptado a las circunstancias locales. En cualquier caso, es bueno recordar que
la juventud más que identificar a una categoría de personas, es una fase de la
vida que cada generación reinterpreta de un modo único e irrepetible.
1.
Un mundo que
cambia rápidamente
La rapidez de
los procesos de cambio y de transformación es la nota principal que caracteriza
a las sociedades y a las culturas contemporáneas (cfr. Laudato sì, 18).
La combinación entre complejidad elevada y cambio rápido provoca que nos
encontremos en un contexto de fluidez e incertidumbre nunca antes
experimentado: es un hecho que debe asumirse sin juzgar a priori si se trata de
un problema o de una oportunidad. Esta situación exige adoptar una mirada
integral y adquirir la capacidad de programar a largo plazo, prestando atención
a la sostenibilidad y a las consecuencias de las opciones de hoy en tiempos y
lugares remotos.
El crecimiento
de la incertidumbre incide en las condiciones de vulnerabilidad, es decir, la
combinación de malestar social y dificultad económica, y en las experiencias de
inseguridad de grandes sectores de la población. En lo que se refiere al mundo
del trabajo, podemos pensar en los fenómenos de la desocupación, del aumento de
la flexibilidad y de la explotación sobre todo infantil, o en el conjunto de
causas políticas, económicas, sociales e incluso ambientales que explican el
aumento exponencial del número de refugiados y migrantes. Frente a pocos
privilegiados que pueden disfrutar de las oportunidades ofrecidas por los
procesos de globalización económica, muchos viven en situaciones de
vulnerabilidad y de inseguridad, lo cual tiene un impacto sobre sus itinerarios
de vida y sobre sus elecciones.
A nivel mundial
el mundo contemporáneo se caracteriza por una cultura “cientificista”, a menudo
dominada por la técnica y por las infinitas posibilidades que ésta promete
abrir, en cuyo interior no obstante «se multiplican las formas de tristeza y
soledad en las que caen las personas, entre ellas muchos jóvenes» (Misericordia
et misera, 3). Como enseña la encíclica Laudato si’, la íntima
relación entre paradigma tecnocrático y búsqueda frenética del beneficio a
corto plazo están en el origen de esa cultura del descarte que excluye a
millones de personas, entre ellas muchos jóvenes, y que conduce a la
explotación indiscriminada de los recursos naturales y a la degradación del
ambiente, amenazando el futuro de las próximas generaciones (cfr. 20-22).
Asimismo, no hay
que olvidar que muchas sociedades son cada vez más multiculturales y
multirreligiosas. En particular, la coexistencia de varias tradiciones
religiosas representa un desafío y una oportunidad: puede crecer la
desorientación y la tentación del relativismo, pero conjuntamente aumentan las
posibilidades de debate fecundo y enriquecimiento recíproco. A los ojos de la
fe esto se ve como un signo de nuestro tiempo que requiere un crecimiento en la
cultura de la escucha, del respeto y del diálogo.
2.
Las nuevas
generaciones
Quien es joven
hoy vive la propia condición en un mundo diferente al de la generación de sus
padres y de sus educadores. No sólo el sistema de obligaciones y oportunidades
cambia con las transformaciones económicas y sociales, sino que mudan también,
subyacentemente, deseos, necesidades, sensibilidades y el modo de relacionarse con
los demás. Por otra parte, si desde un cierto punto de vista es verdad que con
la globalización los jóvenes tienden a ser cada vez más homogéneos en todas las
partes del mundo, se mantienen sin embargo, en los contextos locales,
peculiaridades culturales e institucionales que tienen repercusiones en el
proceso de socialización y de construcción de la identidad.
El desafío de la
multiculturalidad atraviesa particularmente el mundo juvenil, por ejemplo, con
las peculiaridades de las “segundas generaciones” (es decir, de aquellos
jóvenes que crecen en una sociedad y en una cultura diferentes de las de sus
padres, como resultado de los fenómenos migratorios) o de los hijos de parejas
de algún modo “mixtas” (desde el punto de vista étnico, cultural y/o religioso).
En muchas partes
del mundo los jóvenes experimentan condiciones de particular dureza, en las que
se hace difícil abrir el espacio para auténticas opciones de vida, en ausencia
de márgenes, aunque sean mínimos, de ejercicio de la libertad. Pensemos en los
jóvenes en situación de pobreza y exclusión; en los que crecen sin padres o
familia, o no tienen la posibilidad de ir a la escuela; en los niños y chichos
de la calle de tantas periferias; en los jóvenes desempleados, abandonados y
migrantes; en los que son víctimas de explotación, trata y esclavitud; en los
niños y chicos reclutados a la fuerza en bandas criminales o en milicias
irregulares; en las niñas esposas o chicas obligadas a casarse contra su
voluntad. Son demasiados en el mundo los que pasan directamente de la infancia
a la edad adulta y a una carga de responsabilidad que no han podido elegir. A
menudo, las niñas, las chicas y las mujeres jóvenes deben hacer frente a
dificultades aún mayores en comparación con sus coetáneos.
Estudios
conducidos a nivel internacional permiten identificar algunos rasgos
característicos de los jóvenes de nuestro tiempo.
-
Pertenencia y participación
Los jóvenes no
se perciben así mismos como una categoría desfavorecida o un grupo social que
se debe proteger y, en consecuencia, como destinatarios pasivos de programas
pastorales o de opciones políticas. No pocos de ellos desean ser parte activa
en los procesos de cambio del presente, como confirman las experiencias de
activación e innovación desde abajo que tienen a los jóvenes como principales,
aunque no únicos, protagonistas.
La
disponibilidad a la participación y a la movilización en acciones concretas, en
las que el aporte personal de cada uno es ocasión de reconocimiento de
identidad, se articula con la intolerancia hacia ambientes en los que los
jóvenes sienten, con razón o sin ella, que no encuentran espacio y no reciben
estímulos; esto puede llevar a la renuncia o al cansancio para desear, soñar y
proyectar, como demuestra la difusión del fenómeno de los NEET (not
in education, employment or training, es decir, jóvenes que no se
dedican a una actividad de estudio ni de trabajo ni de formación profesional).
La discrepancia entre los jóvenes pasivos y desanimados y los emprendedores y
vitales es el fruto de las oportunidades ofrecidas concretamente a cada uno en
el contexto social y familiar en el que crece, además de las experiencias de
sentido, relación y valor adquiridas incluso antes del inicio de la juventud.
La falta de confianza en sí mismos y en sus capacidades puede manifestarse,
además de en la pasividad, en una excesiva preocupación por la propia imagen y
en un dócil conformismo a las modas del momento.
-
Puntos de referencia personales e institucionales
Varias
investigaciones muestran que los jóvenes sienten la necesidad de figuras de
referencia cercanas, creíbles, coherentes y honestas, así como de lugares y
ocasiones en los que poner a prueba la capacidad de relación con los demás
(tanto adultos como coetáneos) y afrontar las dinámicas afectivas. Buscan figuras
capaces de expresar sintonía y ofrecer apoyo, estímulo y ayuda para reconocer
los límites, sin hacer pesar el juicio.
Desde este punto
de vista, el rol de padres y familias sigue siendo crucial y a veces
problemático. Las generaciones más maduras a menudo tienden a subestimar las
potencialidades, enfatizan las fragilidades y tienen dificultad para entender
las exigencias de los más jóvenes. Los padres y los educadores adultos pueden
tener presente sus errores y lo que no les gustaría que los jóvenes hiciesen,
pero a menudo no tienen igualmente claro cómo ayudarles a orientar su mirada
hacia el futuro. Las dos reacciones más comunes son la renuncia a hacerse
escuchar y la imposición de sus propias elecciones. Padres ausentes o
hiperprotectores hacen a los hijos más frágiles y tienden a subestimar los
riesgos o a estar obsesionados con el miedo a equivocarse.
Los jóvenes sin
embargo no buscan sólo figuras de referencia adultas: tienen un fuerte deseo de
diálogo abierto entre pares. En este sentido son muy necesarias las ocasiones
de interacción libre, de expresión afectiva, de aprendizaje informal, de
experimentación de roles y habilidades sin tensión ni ansiedad.
Tendencialmente
cautos respecto a quienes están más allá del círculo de las relaciones personales,
los jóvenes a menudo nutren desconfianza, indiferencia o indignación hacia las
instituciones. Esto se refiere no sólo a la política, sino que afecta cada vez
más a las instituciones formativas y a la Iglesia, en su aspecto institucional.
La querrían más cercana a la gente, más atenta a los problemas sociales, pero
no dan por sentado que esto ocurra de inmediato.
Todo esto tiene
lugar en un contexto donde la pertenencia confesional y la práctica religiosa
se vuelven, cada vez más, rasgos de una minoría y los jóvenes no se ponen
“contra”, sino que están aprendiendo a vivir “sin” el Dios presentado por el
Evangelio y “sin” la Iglesia, apoyándose en formas de religiosidad y
espiritualidad alternativas y poco institucionalizadas o refugiándose en sectas o experiencias religiosas con
una fuerte matriz de identidad. En muchos lugares la presencia de la Iglesia se
va haciendo menos capilar y por tanto resulta más difícil encontrarla, mientras
que la cultura dominante es portadora de instancias a menudo en contraste con
los valores evangélicos, ya se trate de elementos de la propia tradición o de
la declinación local de una globalización de modelo consumista e
individualista.
-
Hacia una generación (híper)conectada
Las jóvenes
generaciones se caracterizan hoy por la relación con las tecnologías modernas
de la comunicación y con lo que normalmente se llama “mundo virtual”, no
obstante también tenga efectos muy reales. Todo esto ofrece posibilidades de
acceso a una serie de oportunidades que las generaciones precedentes no tenían,
y al mismo tiempo presenta riesgos. Sin embargo, es de gran importancia poner
de relieve cómo la experiencia de relaciones a través de la tecnología
estructura la concepción del mundo, de la realidad y de las relaciones
personales. A esto debería responder la acción pastoral, que tiene necesidad de
desarrollar una cultura adecuada.
-
Los jóvenes y las opciones
En el contexto
de fluidez y precariedad que hemos esbozado, la transición a la vida adulta y
la construcción de la identidad exigen cada vez más un itinerario “reflexivo”.
Las personas se ven obligadas a readaptar sus trayectorias de vida y a retomar
continuamente el control de sus opciones. Además, junto con la cultura
occidental se difunde una concepción de la libertad entendida como posibilidad
de acceder a nuevas oportunidades. Se niega que construir un itinerario
personal de vida signifique renunciar a recorrer en el futuro caminos
diferentes: «Hoy elijo esto, mañana ya veremos». Tanto en las relaciones
afectivas como en el mundo del trabajo el horizonte se compone de opciones
siempre reversibles más que de elecciones definitivas.
En este contexto
los viejos enfoques ya no funcionan y la experiencia transmitida por las
generaciones precedentes se vuelve obsoleta rápidamente. Valiosas oportunidades
y riesgos insidiosos se entrelazan en una maraña que no es fácil de desenredar.
Adecuados instrumentos culturales, sociales y espirituales se convierten en
indispensables para que los mecanismos del proceso decisional no se bloqueen y
se termine, tal vez por miedo a equivocarse, sufriendo el cambio en lugar de
guiarlo. Lo ha dicho el Papa Francisco: «“¿Cómo podemos despertar la grandeza y
la valentía de elecciones de gran calado, de impulsos del corazón para afrontar
desafíos educativos y afectivos?”. La palabra la he dicho tantas veces:
¡arriesga! Arriesga. Quien no arriesga no camina. “¿Y si me equivoco?”.¡Bendito
sea el Señor! Más te equivocarás si te quedas quieto» (Discurso en Villa
Nazaret, 18 de junio de 2016).
En la búsqueda
de caminos capaces de despertar la valentía y los impulsos del corazón no se
puede dejar de tener en cuenta que la persona de Jesús y la Buena Noticia por
Él proclamada siguen fascinando a muchos jóvenes. La capacidad de elegir de los jóvenes se ve obstaculizada por las
dificultades relacionadas con la condición de precariedad: la dificultad para
encontrar trabajo o su dramática falta; los obstáculos en la construcción de
una autonomía económica; la imposibilidad de estabilizar la propia trayectoria
profesional. Para las mujeres jóvenes estos obstáculos son normalmente aún más
difíciles de superar.
El malestar
económico y social de las familias, la forma en que los jóvenes asumen algunos
rasgos de la cultura contemporánea y el impacto de las nuevas tecnologías exigen
una mayor capacidad de respuesta al desafío educativo en su acepción más
amplia: esta es la emergencia educativa señalada por Benedicto XVI en
el Mensaje a la Ciudad y a la Diócesis de Roma sobre la urgencia de la
educación (21 de enero de 2008). A nivel mundial también hay que tener
en cuenta las desigualdades entre países y su efecto sobre las oportunidades
ofrecidas a los jóvenes en las diferentes sociedades en términos de inclusión.
También factores culturales y religiosos pueden generar exclusión, por ejemplo
lo referente a las diferencias de género o a la discriminación de las minorías
étnicas o religiosas, hasta empujar a los jóvenes más emprendedores hacia la
emigración.
En este contexto
resulta particularmente urgente promover las capacidades personales poniéndolas
al servicio de un sólido proyecto de crecimiento común. Los jóvenes valoran la
posibilidad de combinar la acción en proyectos concretos en los que medir su
capacidad de obtener resultados, el ejercicio de un protagonismo dirigido a
mejorar el contexto en el que viven, la oportunidad de adquirir y perfeccionar
sobre el terreno competencias útiles para la vida y el trabajo.
La innovación
social expresa un protagonismo positivo que invierte la condición de las nuevas
generaciones: de perdedores que solicitan protección frente a los riesgos del
cambio, a sujetos del cambio capaces de crear nuevas oportunidades. Es
significativo que precisamente los jóvenes – a menudo encasillados en el
estereotipo de la pasividad y de la inexperiencia – propongan y practiquen
alternativas que muestran cómo el mundo o la Iglesia podrían ser. Si queremos
que en la sociedad o en la comunidad cristiana suceda algo nuevo, debemos dejar
espacio para que nuevas personas puedan actuar. En otras palabras, proyectar el
cambio según los principios de la sostenibilidad exige que se consienta a las
nuevas generaciones experimentar un nuevo modelo de desarrollo. Esto resulta
particularmente problemático en los países y contextos institucionales en los
que la edad de quienes ocupan puestos de responsabilidad es elevada y los
ritmos de cambio generacional se hacen más lentos.
II. FE, DISCERNIMIENTO, VOCACIÓN
A través del camino de este Sínodo, la
Iglesia quiere reiterar su deseo de encontrar, acompañar y cuidar de todos los
jóvenes, sin excepción. No podemos ni queremos abandonarlos a las soledades y a
las exclusiones a las que el mundo les expone. Que su vida sea experiencia
buena, que no se pierdan en los caminos de la violencia o de la muerte, que la
desilusión no los aprisione en la alienación: todo esto no puede dejar de ser
motivo de gran preocupación para quien ha sido generado a la vida y a la fe y
sabe que ha recibido un gran don.
Es en virtud de este don que sabemos que
venir al mundo significa encontrar la promesa de una vida buena y que ser
acogido y custodiado es la experiencia original que inscribe en cada uno la
confianza de no ser abandonado a la falta de sentido y a la oscuridad de la
muerte y la esperanza de poder expresar la propia originalidad en un camino
hacia la plenitud de vida.
La sabiduría de la Iglesia oriental nos
ayuda a descubrir cómo esta confianza está arraigada en la experiencia de “tres
nacimientos”: el nacimiento natural como mujer o como hombre en un mundo capaz
de acoger y sostener la vida; el nacimiento del bautismo «cuando alguien se
convierte en hijo de Dios por la gracia»; y luego, un tercer nacimiento, cuando
tiene lugar el paso «del modo de vida corporal al espiritual», que abre al
ejercicio maduro de la libertad (cfr. Discursos de Filoxeno de Mabbug,
obispo sirio del siglo V, n. 9).
Ofrecer a los demás el don que nosotros
mismos hemos recibido significa acompañarlos a lo largo de este camino,
ayudándoles a afrontar sus debilidades y las dificultades de la vida, pero
sobre todo sosteniendo las libertades que aún se están constituyendo. Por todo
ello la Iglesia, comenzando por sus Pastores, está llamada a interrogarse y a
redescubrir su vocación a la custodia con el estilo que el Papa Francisco
recordó al inicio de su pontificado: «el preocuparse, el custodiar, requiere
bondad, pide ser vivido con ternura. En los Evangelios, san José aparece como
un hombre fuerte y valiente, trabajador, pero en su alma se percibe una gran
ternura, que no es la virtud de los débiles, sino más bien todo lo contrario:
denota fortaleza de ánimo y capacidad de atención, de compasión, de verdadera
apertura al otro, de amor» (Homilía en el inicio del ministerio petrino, 19 de
marzo de 2013).
1 FE
En esta
perspectiva se presentarán ahora algunas ideas con vistas a un acompañamiento
de los jóvenes a partir de la fe, escuchando a la tradición de la Iglesia y con
el claro objetivo de sostenerlos en su discernimiento vocacional y en la toma
de decisiones fundamentales de la vida, desde la conciencia del carácter
irreversible de algunas de ellas.
-
Fe y vocación
La fe, en cuanto participación en el modo
de ver de Jesús (cfr. Lumen fidei, 18), es la fuente de
discernimiento vocacional, porque ofrece sus contenidos fundamentales, sus
articulaciones específicas, el estilo singular y la pedagogía propia. Acoger
con alegría y disponibilidad este don de la gracia exige hacerlo fecundo a
través de elecciones de vida concretas y coherentes.
«No
me habéis elegido vosotros a mí; sino que yo os he elegido yo a vosotros, y os
he destinado para que vayáis y deis fruto, y que vuestro fruto permanezca; de
modo que todo lo que pidáis al Padre en mi nombre os lo conceda. Lo que os
mando es que os améis los unos a los otros» (Jn 15,16-17). Si la vocación a la alegría del amor es el llamado
fundamental que Dios pone en el corazón de cada joven para que su existencia
pueda dar fruto, la fe es al mismo tiempo don que viene de lo alto y respuesta
al sentirse elegidos y amados.
La fe «no es un refugio para gente
pusilánime, sino que ensancha la vida. Hace descubrir una gran llamada, la
vocación al amor, y asegura que este amor es digno de fe, que vale la pena
ponerse en sus manos, porque está fundado en la fidelidad de Dios, más fuerte
que todas nuestras debilidades» (Lumen fidei, 53). Esta fe «ilumina
todas las relaciones sociales», contribuyendo a «construir la fraternidad
universal» entre los hombres y mujeres de todos los tiempos (ibíd., 54).
La Biblia presenta numerosos relatos de
vocación y de respuesta de jóvenes. A la luz de la fe, estos gradualmente toman
conciencia del proyecto de amor apasionado que Dios tiene para cada uno. Esta
es la intención de toda acción de Dios, desde la creación del mundo como lugar
«bueno», capaz de acoger la vida, y ofrecido como un don como la urdimbre de
relaciones en las que confiar.
Creer significa
ponerse a la escucha del Espíritu y en diálogo con la Palabra que es camino,
verdad y vida (cfr. Jn 14,6) con toda la propia inteligencia y
afectividad, aprender a confiar en ella “encarnándola” en lo concreto de la
vida cotidiana, en los momentos en los que la cruz está cerca y en aquellos en
los que se experimenta la alegría ante los signos de resurrección, tal y como hizo
el “discípulo amado”. Este es el desafío que interpela a la comunidad cristiana
y a cada creyente individual.
El espacio de
este diálogo es la conciencia. Como enseña el Concilio Vaticano II, esta es «el
núcleo más secreto y el sagrario del hombre, en el que éste se siente a solas
con Dios, cuya voz resuena en el recinto más íntimo de aquélla» (Gaudium et spes, 16). Por lo
tanto, la conciencia es un espacio inviolable en el que se manifiesta la invitación
a acoger una promesa. Discernir la voz del Espíritu de otras llamadas y decidir
qué respuesta dar es una tarea que corresponde a cada uno: los demás lo pueden
acompañar y confirmar, pero nunca sustituir.
La vida y la
historia nos enseñan que para el ser humano no siempre es fácil reconocer la
forma concreta de la alegría a la que Dios lo llama y a la cual tiende su
deseo, y mucho menos ahora en un contexto de cambio e incertidumbre
generalizada. Otras veces, la persona tiene que enfrentarse al desánimo o a la
fuerza de otros apegos que la detienen en su camino hacia la plenitud: es la
experiencia de muchos, por ejemplo la del joven que tenía demasiadas riquezas
para ser libre de acoger la llamada de Jesús y por esto se fue triste en lugar
de lleno de alegría (cfr. Mc 10,17-22). La libertad humana,
aun necesitando ser siempre purificada y liberada, sin embargo, no pierde nunca
del todo la capacidad radical de reconocer el bien y de hacerlo: «Los seres
humanos, capaces de degradarse hasta el extremo, también pueden sobreponerse,
volver a optar por el bien y regenerarse, más allá de todos los
condicionamientos mentales y sociales que les impongan» (Laudato si’,
205).
-
El don del discernimiento
Tomar decisiones y orientar las propias
acciones en situaciones de incertidumbre y frente a impulsos internos
contradictorios es el ámbito del ejercicio del discernimiento. Se trata de un
término clásico de la tradición de la Iglesia, que se aplica a una pluralidad
de situaciones. En efecto, existe un discernimiento de los signos de los
tiempos, que apunta a reconocer la presencia y la acción del Espíritu en la
historia; un discernimiento moral, que distingue lo que es bueno
de lo que es malo; un discernimiento espiritual, que tiene como objetivo
reconocer la tentación para rechazarla y, en su lugar, seguir el camino de la
plenitud de vida. Las conexiones entre estas diferentes acepciones son
evidentes y no se pueden nunca separar completamente.
Teniendo presente esto, nos
centramos aquí en el discernimiento vocacional, es decir, en el proceso por el
cual la persona llega a realizar, en el diálogo con el Señor y escuchando la
voz del Espíritu, las elecciones fundamentales, empezando por la del estado de
vida. Si el interrogante de cómo no desperdiciar las oportunidades de
realización de sí mismo afecta a todos los hombres y mujeres, para el creyente
la pregunta se hace aún más intensa y profunda. ¿Cómo vivir la buena noticia
del Evangelio y responder a la llamada que el Señor dirige a todos aquellos a
quienes les sale al encuentro: a través del matrimonio, del ministerio
ordenado, de la vida consagrada? Y cuál es el campo en el que se pueden
utilizar los propios talentos: ¿la vida profesional, el voluntariado, el
servicio a los últimos, la participación en la política?
El Espíritu habla y actúa a
través de los acontecimientos de la vida de cada uno, pero los eventos en sí
mismos son mudos o ambiguos, ya que se pueden dar diferentes interpretaciones. Iluminar
el significado en lo concerniente a una decisión requiere un camino de
discernimiento. Los tres verbos con los que esto se describe en la Evangelii
gaudium, 51 -reconocer, interpretar y elegir- pueden ayudarnos a delinear
un itinerario adecuado tanto para los individuos como para los grupos y las
comunidades, sabiendo que en la práctica los límites entre las diferentes fases
no son nunca tan claros.
.
Reconocer
El reconocimiento se refiere, en primer
lugar, a los efectos que los acontecimientos de mi vida, las personas que
encuentro, las palabras que escucho o que leo producen en mi interioridad: una
variedad de «deseos, sentimientos, emociones» (Amoris laetitia, 143) de
muy distinto signo: tristeza, oscuridad, plenitud, miedo, alegría, paz, sensación
de vacío, ternura, rabia, esperanza, tibieza, etc. Me siento atraído o empujado
hacia una pluralidad de direcciones, sin que ninguna me parezca la que
claramente se debe seguir; es el momento de los altos y bajos y en algunos
casos de una auténtica lucha interior. Reconocer exige hacer aflorar esta
riqueza emotiva y nombrar estas pasiones sin juzgarlas. Exige igualmente
percibir el “sabor” que dejan, es decir, la consonancia o disonancia entre lo
que experimento y lo más profundo que hay en mí.
En esta fase, la
Palabra de Dios reviste una gran importancia: meditarla, de hecho, pone en
movimiento las pasiones como todas las experiencias de contacto con la propia
interioridad, pero al mismo tiempo ofrece una posibilidad de hacerlas emerger
identificándose con los acontecimientos que ella narra. La fase del
reconocimiento sitúa en el centro la capacidad de escuchar y la afectividad de
la persona, sin eludir por temor la fatiga de silencio. Se trata de un paso
fundamental en el camino de maduración personal, en particular para los jóvenes
que experimentan con mayor intensidad la fuerza de los deseos y pueden también
permanecer asustados, renunciando incluso a los grandes pasos a los que sin
embargo se sienten impulsados.
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Interpretar
No basta reconocer lo que se ha
experimentado: hay que “interpretarlo”, o, en otras palabras, comprender a qué
el Espíritu está llamando a través de lo que suscita en cada uno. Muchas veces
nos detenemos a contar una experiencia, subrayando que “me ha impresionado
mucho”. Más difícil es entender el origen y el sentido de los deseos y de las
emociones experimentadas y evaluar si nos están orientando en una dirección
constructiva o si por el contrario nos están llevando a replegarnos sobre
nosotros mismos.
Esta fase de
interpretación es muy delicada: se requiere paciencia, vigilancia y también un
cierto aprendizaje. Hemos de ser capaces de darnos cuenta de los efectos de los
condicionamientos sociales y psicológicos. También exige poner en práctica las
propias facultades intelectuales, sin caer sin embargo en el peligro de
construir teorías abstractas sobre lo que sería bueno o bonito hacer: también
en el discernimiento«la realidad es superior a la idea» (Evangelii gaudium,
231). En la interpretación tampoco se puede dejar de enfrentarse con la
realidad y de tomar en consideración las posibilidades que realmente se tienen
a disposición.
Para interpretar
los deseos y los movimientos interiores es necesario confrontarse honestamente,
a la luz de la Palabra de Dios, también con las exigencias morales de la vida
cristiana, siempre tratando de ponerlas en la situación concreta que se está
viviendo. Este esfuerzo obliga a quien lo realiza a no contentarse con la
lógica legalista del mínimo indispensable, y en su lugar buscar el modo de sacar
el mayor provecho a los propios dones y las propias posibilidades: por esto
resulta una propuesta atractiva y estimulante para los jóvenes.
Este trabajo de
interpretación se desarrolla en un diálogo interior con el Señor, con la
activación de todas las capacidades de la persona; la ayuda de una persona
experta en la escucha del Espíritu es, sin embargo, un valioso apoyo que la
Iglesia ofrece, y del que sería poco sensato no hacer uso.
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Elegir
Una vez reconocido e interpretado el
mundo de los deseos y de las pasiones, el acto de decidir se convierte en
ejercicio de auténtica libertad humana y de responsabilidad personal, siempre
claramente situadas y por lo tanto limitadas. Entonces, la elección escapa a la
fuerza ciega de las pulsiones, a las que un cierto relativismo contemporáneo
termina por asignar el rol de criterio último, aprisionando a la persona en la
volubilidad. Al mismo tiempo se libera de la sujeción a instancias externas a
la persona y, por tanto, heterónomas, exigiendo asimismo una coherencia de
vida.
Durante mucho tiempo en la
historia, las decisiones fundamentales de la vida no fueron tomadas por los
interesados directos; en algunas partes del mundo todavía es así, tal como se
ha apuntado también en el capítulo I. Promover elecciones verdaderamente libres
y responsables, despojándose de toda connivencia con legados de otros tiempos,
sigue siendo el objetivo de toda pastoral vocacional seria. El discernimiento
es en la pastoral vocacional el instrumento fundamental, que permite salvaguardar
el espacio inviolable de la conciencia, sin pretender sustituirla (cfr. Amoris
laetitia, 37).
La decisión debe ser sometida a
la prueba de los hechos en vista de su confirmación. La elección no puede
quedar aprisionada en una interioridad que corre el riesgo de mantenerse
virtual o poco realista – se trata de un peligro acentuado en la cultura
contemporánea –, sino que está llamada a traducirse en acción, a tomar cuerpo,
a iniciar un camino, aceptando el riesgo de confrontarse con la realidad que había
puesto en movimiento deseos y emociones. Otros movimientos interiores nacerán
en esta fase: reconocerlos e interpretarlos permitirá confirmar la bondad de la
decisión tomada o aconsejará revisarla. Por esto es importante “salir”, incluso
del miedo de equivocarse que, como hemos visto, puede llegar a ser paralizante.
-
Caminos de vocación y misión
El
discernimiento vocacional no se realiza en un acto puntual, aun cuando en la
historia de cada vocación es posible identificar momentos o encuentros
decisivos. Como todas las cosas importantes de la vida, también el
discernimiento vocacional es un proceso largo, que se desarrolla en el tiempo,
durante el cual es necesario mantener la atención a las indicaciones con las
que el Señor precisa y específica una vocación que es exclusivamente personal e
irrepetible. El Señor les pidió a Abraham y a Sara que partieran, pero sólo en
un camino progresivo y no sin pasos en falso se aclaró cuál era la inicialmente
misteriosa «tierra que yo te mostraré» (Gén 12,1). María misma
progresa en la conciencia de su vocación a través de la meditación de las
palabras que escucha y los eventos que le suceden, también los que no comprende
(cfr. Lc 2,50-51).
El tiempo es
fundamental para verificar la orientación efectiva de la decisión tomada. Como
enseña cada página del texto bíblico, no hay vocación que no se ordene a una
misión acogida con temor o con entusiasmo. Acoger la misión implica la
disponibilidad de arriesgar la propia vida y recorrer la vía de la cruz,
siguiendo las huellas de Jesús, que con decisión se puso en camino hacia
Jerusalén (cfr. Lc 9,51) para ofrecer su vida por la
humanidad. Sólo si la persona renuncia a ocupar el centro de la escena con sus
necesidades se abre el espacio para acoger el proyecto de Dios a la vida familiar,
al ministerio ordenado o a la vida consagrada, así como para llevar a cabo con
rigor su profesión y buscar sinceramente el bien común. En particular en los
lugares donde la cultura está más profundamente marcada por el individualismo,
es necesario verificar hasta qué punto las elecciones son dictadas por la
búsqueda de la propia autorrealización narcisista y en qué grado, por el
contrario, incluyen la disponibilidad a vivir la propia existencia en la lógica
de la generosa entrega. Por esto, el contacto con la pobreza, la vulnerabilidad
y la necesidad revisten gran importancia en los caminos de discernimiento
vocacional. En lo que respecta a los futuros pastores, es oportuno examinar y
promover el crecimiento de la disponibilidad a dejarse impregnar del “olor de
las ovejas”.
3. EL
ACOMPAÑAMIENTO
En la base de
discernimiento podemos identificar tres convicciones, muy arraigadas en la
experiencia de cada ser humano releída a la luz de la fe y de la tradición
cristiana. La primera es que el Espíritu de Dios actúa en el corazón de cada
hombre y de cada mujer a través de sentimientos y deseos que se conectan a
ideas, imágenes y proyectos. Escuchando con atención, el ser humano tiene la
posibilidad de interpretar estas señales. La segunda convicción es que el
corazón humano debido a su debilidad y al pecado, se presenta normalmente
divido a causa de la atracción de reclamos diferentes, o incluso opuestos. La
tercera convicción es que, en cualquier caso, el camino de la vida impone
decidir, porque no se puede permanecer indefinidamente en la indeterminación.
Pero es necesario dotarse de los instrumentos para reconocer la llamada del
Señor a la alegría del amor y elegir responder a ella.
Entre estos
instrumentos, la tradición espiritual destaca la importancia del acompañamiento
personal. Para acompañar a otra persona no basta estudiar la teoría del
discernimiento; es necesario tener la experiencia personal en interpretar los
movimientos del corazón para reconocer la acción del Espíritu, cuya voz sabe
hablar a la singularidad de cada uno. El acompañamiento personal exige refinar
continuamente la propia sensibilidad a la voz del Espíritu y conduce a
descubrir en las peculiaridades personales un recurso y una riqueza.
Se trata de
favorecer la relación entre la persona y el Señor, colaborando a eliminar lo
que la obstaculiza. He aquí la diferencia entre el acompañamiento al
discernimiento y el apoyo psicológico, que también, si está abierto a la
trascendencia, se revela a menudo de fundamental importancia. El psicólogo
sostiene a una persona en las dificultades y la ayuda a tomar conciencia de sus
fragilidades y su potencial; el guía espiritual remite la persona al Señor y
prepara el terreno para el encuentro con Él (cfr. Jn 3,29-30).
Los pasajes
evangélicos que narran el encuentro de Jesús con las personas de su tiempo
resaltan algunos elementos que nos ayudan a trazar el perfil ideal de quien
acompaña a un joven en el discernimiento vocacional: la mirada amorosa (la
vocación de los primeros discípulos, cfr. Jn 1,35-51); la
palabra con autoridad (la enseñanza en la sinagoga de Cafarnaúm, cfr. Lc 4,32);
la capacidad de “hacerse prójimo” (la parábola del buen samaritano, cfr. Lc 10,25-37);
la opción de “caminar al lado” (los discípulos de Emaús, cfr. Lc 24,13-35);
el testimonio de autenticidad, sin miedo a ir en contra de los prejuicios más
generalizados (el lavatorio de los pies en la última cena, cfr. Jn 13,1-20).
En el compromiso
de acompañar a las nuevas generaciones la Iglesia acoge su llamada a colaborar
en la alegría de los jóvenes, más que intentar apoderarse de su fe (cfr. 2Cor 1,24).
Dicho servicio se arraiga en última instancia en la oración y en la petición
del don del Espíritu que guía e ilumina a todos y a cada uno.
III. LA ACCIÓN PASTORAL
¿Qué significa para la Iglesia acompañar
a los jóvenes a acoger la llamada a la alegría del Evangelio, sobre todo en un
tiempo marcado por la incertidumbre, por la precariedad y por la inseguridad?
El propósito de este capítulo es
concentrar la atención en lo que implica tomar en serio el desafío del cuidado
pastoral y del discernimiento vocacional, teniendo en consideración cuáles son
los sujetos, los lugares y los instrumentos a disposición. En este sentido,
reconocemos una inclusión recíproca entre pastoral juvenil y pastoral
vocacional, aun siendo conscientes de las diferencias. No se tratará de una
panorámica exhaustiva, sino de indicaciones que se deben completar sobre la
base de las experiencias de cada Iglesia local.
1.
Caminar con los
jóvenes
Acompañar a los
jóvenes exige salir de los propios esquemas preconfeccionados, encontrándolos
allí donde están, adecuándose a sus tiempos y a sus ritmos; significa también
tomarlos en serio en su dificultad para descifrar la realidad en la que viven y
para transformar un anuncio recibido en gestos y palabras, en el esfuerzo
cotidiano por construir la propia historia y en la búsqueda más o menos
consciente de un sentido para sus vidas.
Cada domingo los
cristianos mantienen viva la memoria de Jesús muerto y resucitado,
encontrándolo en la celebración de la Eucaristía. Muchos niños son bautizados
en la fe de la Iglesia y continúan el camino de la iniciación cristiana. Esto,
sin embargo, no equivale aún a una elección madura de una vida de fe. Para ello
es necesario un camino, que a veces también pasa a través de vías imprevisibles
y alejadas de los lugares habituales de las comunidades eclesiales. Por esto,
como ha recordado el Papa Francisco, «la pastoral vocacional es aprender el
estilo de Jesús, que pasa por los lugares de la vida cotidiana, se detiene sin
prisa y, mirando a los hermanos con misericordia, les lleva a encontrarse con
Dios Padre» (Discurso a los participantes en el Congreso de pastoral
vocacional, 21 de octubre de 2016). Caminando con los jóvenes se edifica la
entera comunidad cristiana.
Precisamente
porque se trata de interpelar la libertad de los jóvenes, hay que valorizar la
creatividad de cada comunidad para construir propuestas capaces de captar la
originalidad de cada uno y secundar su desarrollo. En muchos casos se tratará
también de aprender a dar espacio real a la novedad, sin sofocarla en el
intento de encasillarla en esquemas predefinidos: no puede haber una siembra
fructífera de vocaciones si nos quedamos simplemente cerrados en el «cómodo
criterio pastoral del “siempre se ha hecho así”», sin «ser audaces y creativos
en esta tarea de repensar los objetivos, las estructuras, el estilo y los
métodos evangelizadores de las propias comunidades» (Evangelii gaudium,
33). Tres verbos, que en los Evangelios connotan el modo en el que Jesús
encuentra a las personas de su tiempo, nos ayudan a estructurar este estilo
pastoral: salir, ver y llamar.
-
Salir
Pastoral vocacional en este
sentido significa acoger la invitación del Papa Francisco a salir, en primer
lugar, de esas rigideces que hacen que sea menos creíble el anuncio de la
alegría del Evangelio, de los esquemas en los que las personas se sienten
encasilladas y de un modo de ser Iglesia que a veces resulta anacrónico. Salir
es también signo de libertad interior respecto a las actividades y a las
preocupaciones habituales, a fin de permitir a los jóvenes ser protagonistas.
Encontrarán atractiva a la comunidad cristiana cuanto más la experimenten
acogedora hacia la contribución concreta y original que pueden aportar.
-
Ver
Salir hacia el
mundo de los jóvenes requiere la disponibilidad para pasar tiempo con ellos,
para escuchar sus historias, sus alegrías y esperanzas, sus tristezas y
angustias, compartiéndolas: esta es la vía para inculturar el Evangelio y
evangelizar toda cultura, también la juvenil. Cuando los Evangelios narran los
encuentros de Jesús con los hombres y las mujeres de su tiempo, destacan
precisamente su capacidad de detenerse con ellos y el atractivo que percibe
quien cruza su mirada. Esta es la mirada de todo auténtico pastor, capaz de ver
en la profundidad del corazón sin resultar intruso o amenazador; es la
verdadera mirada del discernimiento, que no quiere apoderarse de la conciencia
ajena ni predeterminar el camino de la gracia de Dios a partir de los propios
esquemas.
-
Llamar
En los relatos
evangélicos la mirada de amor de Jesús se transforma en una palabra, que es una
llamada a una novedad que se debe acoger, explorar y construir. Llamar quiere
decir, en primer lugar, despertar el deseo, mover a las personas de lo que las
tiene bloqueadas o de las comodidades en las que descansan. Llamar quiere decir
hacer preguntas a las que no hay respuestas preconfeccionadas. Es esto, y no la
prescripción de normas que se deben respetar, lo que estimula a las personas a
ponerse en camino y encontrar la alegría del Evangelio.
2.
Sujetos
-
Todos los
jóvenes, sin excepción
Para la pastoral
los jóvenes son sujetos y no objetos. A menudo, de hecho, son tratados por la
sociedad como una presencia inútil o incómoda: la Iglesia no puede reproducir
esta actitud, porque todos los jóvenes, sin excepción, tienen el derecho a ser
acompañados en su camino.
Además, cada
comunidad está llamada a prestar atención especial sobre todo a los jóvenes
pobres, marginados y excluidos, y a convertirlos en protagonistas. Ser cercanos
a los jóvenes que viven en condiciones de mayor pobreza y dificultad, violencia
y guerra, enfermedad, discapacidad y sufrimiento es un don especial del
Espíritu, capaz de hacer resplandecer el estilo de una Iglesia en salida. La
misma Iglesia está llamada a aprender de los jóvenes: de ello dan un testimonio
luminoso muchos jóvenes santos que continúan siendo fuente de inspiración para
todos.
-
Una comunidad
responsable
Toda la
comunidad cristiana debe sentirse responsable de la tarea de educar a las
nuevas generaciones y debemos reconocer que son muchas las figuras de
cristianos que la asumen, empezando por quienes se comprometen dentro de la
vida eclesial. También deben apreciarse los esfuerzos de quien testimonia la
vida buena del Evangelio y la alegría que de ella brota en los lugares de la
vida cotidiana. Por último, deben valorizarse las oportunidades de implicación
de los jóvenes en los organismos de participación de las comunidades diocesanas
y parroquiales, empezando por los consejos pastorales, invitándoles a
contribuir con su creatividad y acogiendo sus ideas aunque parezcan
provocadoras.
En todas las
partes del mundo existen parroquias, congregaciones religiosas, asociaciones,
movimientos y realidades eclesiales capaces de proyectar y ofrecer a los
jóvenes experiencias de crecimiento y de discernimiento realmente
significativas. A veces esta dimensión proyectiva deja espacio a la
improvisación y a la incompetencia: es un riesgo del cual defenderse tomando
cada vez más en serio la tarea de pensar, concretizar, coordinar y realizar la
pastoral juvenil de modo correcto, coherente y eficaz. Aquí también se impone
la necesidad de una preparación específica y continua de los formadores.
-
Las figuras de referencia
El rol de
adultos dignos de confianza, con quienes entrar en alianza positiva, es
fundamental en todo camino de maduración humana y de discernimiento vocacional.
Se necesitan creyentes con autoridad, con una clara identidad humana, una
sólida pertenencia eclesial, una visible cualidad espiritual, una vigorosa
pasión educativa y una profunda capacidad de discernimiento. A veces, por el
contrario, adultos sin preparación e inmaduros tienden a actuar de manera
posesiva y manipuladora, creando dependencias negativas, fuertes malestares y
graves contratestimonios, que pueden llegar hasta el abuso.
Para que haya
figuras creíbles, debemos formarlas y sostenerlas, proporcionándoles también
mayores competencias pedagógicas. Esto vale en particular para quienes tienen
confiada la tarea de acompañantes del discernimiento vocacional en vista del
ministerio ordenado y de la vida consagrada.
.
Padres y familia: dentro de cada comunidad cristiana se
debe reconocer el insustituible rol educativo desempeñado por los padres y por
otros familiares. Son en primer lugar los padres, dentro de la familia, quienes
expresan cada día en el amor que los une entre sí y con sus hijos el cuidado de
Dios por cada ser humano. En este sentido son valiosas las indicaciones
ofrecidas por el Papa Francisco en un específico capítulo de Amoris
laetitia (cfr. 259-290).
.
Pastores:
el encuentro con figuras ministeriales, capaces de implicarse realmente en el
mundo juvenil dedicándole tiempo y recursos, gracias también al generoso
testimonio de mujeres y hombres consagrados, es decisivo para el crecimiento de
las nuevas generaciones. Lo recordó también el Papa Francisco: «Se lo pido
especialmente a los pastores de la Iglesia, a los obispos y a los sacerdotes:
sois los responsables principales de la vocación sacerdotal y cristiana, y esta
tarea no puede ser relegada a una oficina burocrática. Vosotros también habéis
experimentado un encuentro que cambió vuestra vida, cuando otro sacerdote… hizo
sentir la belleza del amor de Dios. Haced lo mismo vosotros, saliendo,
escuchando a los jóvenes – hace falta paciencia –podéis orientar sus pasos» (Discurso
a los participantes en el Congreso de pastoral vocacional, 21 de octubre de
2016).
.
Docentes y otras figuras educativas: muchos docentes
católicos están comprometidos como testigos en las universidades y en las
escuelas de todo orden y grado; en el mundo del trabajo muchos están presentes
con competencia y pasión; en la política muchos creyentes tratan de ser
fermento de una sociedad más justa; en el voluntariado civil muchos se dedican
a trabajar por el bien común y por el cuidado de la creación; en la animación
del tiempo libre y del deporte muchos están comprometidos con entusiasmo y
generosidad. Todos ellos dan testimonio de vocaciones humanas y cristianas
acogidas y vividas con fidelidad y compromiso, suscitando en quien los ve el
deseo de hacer lo mismo: responder con generosidad a la propia vocación es el
primer modo de hacer pastoral vocacional.
3.
Lugares
-
La vida
cotidiana y el compromiso social
Convertirse en
adultos significa aprender a gestionar con autonomía dimensiones de la vida que
son al mismo tiempo fundamentales y cotidianas: la utilización del tiempo y del
dinero, el estilo de vida y de consumo, el estudio y el tiempo libre, el
vestido y la comida, y la vida afectiva y la sexualidad. Este aprendizaje, al
que los jóvenes se enfrentan inevitablemente, es la ocasión para poner orden en
la propia vida y en las propias prioridades, experimentando caminos de elección
que pueden convertirse en una escuela de discernimiento y consolidar la propia
orientación con vistas a las decisiones más importantes: la fe, cuanto más
auténtica es, tanto más interpela a la vida cotidiana y se deja interpelar por
ella. Merecen una mención particular las experiencias, a menudo difíciles o
problemáticas, de la vida laboral o a las de falta de trabajo: estas también
son ocasión para acoger o profundizar la propia vocación.
Los pobres
gritan y junto con ellos la tierra: el compromiso de escuchar puede ser una
ocasión concreta de encuentro con el Señor y con la Iglesia y de descubrimiento
de la propia vocación. Como enseña el Papa Francisco, las acciones comunitarias
con las que se cuida de la casa común y de la calidad de vida de los pobres «cuando
expresan un amor que se entrega, pueden convertirse en intensas experiencias
espirituales» (Laudato si’, 232) y, por lo tanto, también en ocasión de
caminos y de discernimiento vocacional.
-
Los ámbitos
específicos de la pastoral
La Iglesia
ofrece a los jóvenes lugares específicos de encuentro y de formación cultural,
de educación y de evangelización, de celebración y de servicio, colocándose en
primera línea para dar una acogida abierta a todos y a cada uno. El desafío
para estos lugares y para quienes los animan es proceder cada vez más en la
lógica de la construcción de una red integrada de propuestas, y asumir en el
proprio modo de obrar el estilo de salir, ver y llamar.
. A nivel mundial destacan las
Jornadas Mundiales de la Juventud. También Conferencias Episcopales y Diócesis
sienten cada vez más su deber de ofrecer eventos y experiencias específicas
para los jóvenes.
. Las Parroquias ofrecen
espacios, actividades, tiempo e itinerarios para las jóvenes generaciones. La
vida sacramental ofrece ocasiones fundamentales para crecer en la capacidad de
acoger el don de Dios en la propia existencia e invita a la participación
activa en la misión eclesial. Un signo de la atención al mundo de los jóvenes
son los centros juveniles y los oratorios.
. Las universidades y las escuelas
católicas,
con su valioso servicio cultural y formativo, son otro instrumento de presencia
de la Iglesia entre los jóvenes.
. Las actividades sociales y de
voluntariado
ofrecen la oportunidad de implicarse en el servicio generoso; el encuentro con
personas que experimentan pobreza y exclusión puede ser una ocasión favorable
de crecimiento espiritual y de discernimiento vocacional: también desde este
punto de vista los pobres son maestros, mejor dicho, portadores de la buena
noticia de que la fragilidad es el lugar donde se vive la experiencia de la
salvación.
. Las asociaciones y los movimientos
eclesiales, pero también muchos lugares de espiritualidad, ofrecen a los
jóvenes serios itinerarios de discernimiento; las experiencias misioneras se
convierten en momentos de servicio generoso y de intercambio fecundo; el
redescubrimiento de la peregrinación como forma y estilo de camino resulta
válido y prometedor; en muchos contextos la experiencia de la piedad popular
sostiene y nutre la fe de los jóvenes.
. Ocupan un lugar de importancia
estratégica los seminarios y las casas de formación, que también a
través de una intensa vida comunitaria, deben permitir a los jóvenes que acogen
vivir la experiencia que les hará a su vez ser capaces de acompañar a otros.
-
El mundo digital
Por las razones
ya recordadas, merece una mención particular el mundo de los new media,
que sobre todo para las jóvenes generaciones se ha convertido realmente en un
lugar de vida; ofrece muchas oportunidades inéditas, especialmente en lo que se
refiere al acceso a la información y a la construcción de relaciones a
distancia, pero también presenta riesgos (por ejemplo el ciberacoso, los juegos
de azar, la pornografía, las insidias de los chat room, la manipulación
ideológica, etc.). Pese a las muchas diferencias entre las distintas regiones,
la comunidad cristiana continúa construyendo su presencia en este nuevo
areópago, donde los jóvenes tienen sin duda algo que enseñarle.
4.
Instrumentos
-
Los lenguajes de
la pastoral
A veces nos
damos cuenta que entre el lenguaje eclesial y el de los jóvenes se abre un
espacio difícil de colmar, aunque hay muchas experiencias de encuentro fecundo
entre las sensibilidades de los jóvenes y las propuestas de la Iglesia en
ámbito bíblico, litúrgico, artístico, catequético y mediático. Soñamos con una
Iglesia que sepa dejar espacios al mundo juvenil y a sus lenguajes, apreciando
y valorando la creatividad y los talentos.
En particular,
reconocemos en el deporte un recurso educativo con grandes oportunidades, y en
la música y en las otras expresiones artísticas un lenguaje expresivo
privilegiado que acompaña el camino de crecimiento de los jóvenes.
-
El cuidado educativo y los itinerarios de
evangelización
En la acción
pastoral con los jóvenes, donde es necesario poner en marcha procesos más que
ocupar espacios, descubrimos, en primer lugar, la importancia del servicio al
crecimiento humano de cada uno y de los instrumentos pedagógicos y formativos
que pueden sostenerlo. Entre evangelización y educación se constata una fecunda
relación genética que, en la realidad contemporánea, debe tener en cuenta la
gradualidad de los caminos de maduración de la libertad.
Respecto al
pasado, debemos acostumbrarnos a itinerarios de acercamiento a la fe cada vez
menos estandarizados y más atentos a las características personales de cada
uno: junto a los que continúan siguiendo las etapas tradicionales de la
iniciación cristiana, muchos llegan al encuentro con el Señor y con la
comunidad de los creyentes por otra vía y en edad más avanzada, por ejemplo a
partir de la práctica de un compromiso con la justicia, o del encuentro en
ámbitos extraeclesiales con alguien capaz de ser testigo creíble. El desafío
para las comunidades es resultar acogedoras para todos, siguiendo a Jesús que
sabía hablar con judíos y samaritanos, con paganos de cultura griega y
ocupantes romanos, comprendiendo el deseo profundo de cada uno de ellos.
-
Silencio, contemplación y oración
Por último, y
sobre todo, no hay discernimiento sin cultivar la familiaridad con el Señor y
el diálogo con su Palabra. En particular, la Lectio Divina es un método
valioso que la tradición de la Iglesia nos ofrece.
En una sociedad
cada vez más ruidosa, que propone una superabundancia de estímulos, un objetivo
fundamental de la pastoral juvenil vocacional es ofrecer ocasiones para
saborear el valor del silencio y de la contemplación y formar en la relectura
de las propias experiencias y en la escucha de la conciencia.
MARÍA DE NAZARET
Encomendemos a María este camino en el
que la Iglesia se interroga sobre cómo acompañar a los jóvenes a acoger la
llamada a la alegría del amor y a la vida en plenitud. Ella, joven mujer de
Nazaret, que en cada etapa de su existencia acoge la Palabra y la conserva,
meditándola en su corazón (cfr. Lc 2,19), fue la primera en
recorrer este camino.
Cada joven puede descubrir en la vida de
María el estilo de la escucha, la valentía de la fe, la profundidad del
discernimiento y la dedicación al servicio (cfr. Lc 1,39-45).
En su “pequeñez”, la Virgen esposa prometida a José, experimenta la debilidad y
la dificultad para comprender la misteriosa voluntad de Dios (cfr. Lc 1,34).
Ella también está llamada a vivir el éxodo de sí misma y de sus proyectos,
aprendiendo a entregarse y a confiar.
Haciendo memoria de las «cosas grandes»
que el Todopoderoso ha realizado en Ella (cfr. Lc 1,49), la
Virgen no se siente sola, sino plenamente amada y sostenida por el “No temas”
del ángel (cfr. Lc 1,30). Consciente de que Dios está con
ella, María abre su corazón al “Heme aquí” y así inaugura el camino del
Evangelio (cfr. Lc 1,38). Mujer de la intercesión (cfr. Jn 2,3),
frente a la cruz del Hijo, unida al “discípulo amado”, acoge nuevamente la
llamada a ser fecunda y a generar vida en la historia de los hombres. En sus
ojos cada joven puede redescubrir la belleza del discernimiento, en su corazón
puede experimentar la ternura de la intimidad y la valentía del testimonio y de
la misión.
4. P A P
A F R A N C I S C O A J
Ó V E N E S D E R O M A
«Yo tengo una misión en esta tierra,
y para eso estoy en este mundo»
Mensaje del Papa Francisco que no pronunció
en la vigilia de la JMJ de la diócesis de Roma.
8-4-2017.
Queridos jóvenes:
Esta vigilia de oración es la primera ocasión que tienen de participar
directamente en el camino de preparación para el próximo Sínodo de los Obispos
y para la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) de Panamá, que se celebrará
inmediatamente después de la Asamblea sinodal.
El Sínodo, como saben tiene como tema los jóvenes, la fe y el
discernimiento vocacional. Como he escrito en la Carta a los Jóvenes que
acompaña al Documento preparatorio del Sínodo, «he querido que sean ustedes el
centro de atención porque les llevo en el corazón».
El Sínodo para el que nos estamos preparando es un camino que yo y mis hermanos Obispos queremos recorrer junto con
vosotros, que sois sus protagonistas. Deseamos escuchar vuestra voz y conocer
vuestras ideas, para que nos ayuden a estar al servicio de vuestra alegría (cf. 2 Co 1,24).
Ningún joven debe sentirse excluido; no podemos conformarnos con
caminar sólo con los que forman parte de nuestra comunidad eclesial, dejando a
los demás fuera de las puertas de la Iglesia. Todos los jóvenes tienen derecho
a que se les acompañe en su búsqueda de sentido para responder al proyecto de Dios y encontrar su lugar en la vida.
A los jóvenes del mundo y sobre todo a vosotros, jóvenes de mi Diócesis
de Roma y de las otras diócesis del Lazio, les confío la misión de implicar en
este camino sinodal a vuestros amigos en las escuelas, en el mundo del trabajo,
en los centros deportivos, en los lugares de ocio, de que los atraigan dando
testimonio con vuestra vida de la belleza del Evangelio.
Saben que a veces los jóvenes, no pudiendo gestionar la soledad y el
desasosiego interior, escogen la violencia para reafirmarse. Sean ustedes los
primeros en reaccionar ante estos atropellos, mostrando lo bello que es vivir
todos juntos. Estén cerca de los que se encuentran en dificultad. Intégrenlos
con vuestra amistad y caminen con ellos. El Evangelio que hemos escuchado nos
presenta el viaje gozoso de María para ponerse al servicio de Isabel, que estaba
encinta de Juan el Bautista.
En esta Basílica, que es la casa más antigua de la Virgen en la ciudad
de Roma y en Occidente, es ella misma quien nos invita a salir de nosotros
mismos para que cada uno pueda decir con plena conciencia: «Yo tengo una misión en esta tierra, y para eso estoy en este mundo»
(Exhort. ap. Evangelii gaudium, 273).
En esa perspectiva hemos de comprender el significado del
discernimiento vocacional, que será central en el próximo Sínodo. No es
suficiente preguntarse ‘¿quién soy yo?', como a menudo propone la cultura
dominante. Si nos quedamos en esa pregunta corremos el riesgo de permanecer
encerrados en una visión narcisista, que nos impide realizarnos. Es necesario,
por el contrario, orientar la cuestión de manera diferente y preguntarse: ‘¿Para quién soy yo?'.
En efecto, la felicidad está en
nuestra entrega, siguiendo el ejemplo de Jesús, que ofrece su vida por la
humanidad. Es lo que nos recuerda la Semana Santa que vamos a iniciar. Junto a
la cruz encontraremos a María y al Discípulo amado, que nos acompañan en el
camino hacia el Sínodo. Precisamente en el Gólgota el discípulo ‘acogerá el
profundo dolor de la Madre, a quien es confiado, asumiendo la responsabilidad
de cuidar de ella' (Sínodo de los Obispos, XV Asamblea General Ordinaria,
Documento preparatorio). Precisamente él, junto con Pedro, será el primero en
correr al sepulcro la mañana de Pascua, y después junto al lago de Tiberíades
reconocerá al Resucitado, exclamando: «Es el Señor». Sabemos que la
resurrección de Jesús no es un evento del pasado: su cruz se extiende hasta hoy
y llega hasta nosotros, dándonos la capacidad y la fuerza para construir un mundo mejor.
Que la JMJ que celebraremos mañana en todas las diócesis del mundo,
refuerce vuestra fe en el Resucitado y el deseo de seguirlo con generosidad y
entusiasmo. Así, en la cotidianidad de vuestras vidas, también en los momentos
más difíciles, vencerán el desánimo,
crecerán en la fuerza de la vida y darán esperanza a nuestro tiempo.
Que María y Juan, dos jóvenes como ustedes, nos sostengan en este
tiempo sinodal.
5. LOS
JÓVENES, LA FE
Y EL DISCERNIMIENTO VOCACIONAL
Cuestionario
con miras al
‘Sínodo’.
Abril de 2017.
CUESTIONARIO
El
objetivo del cuestionario es ayudar a los Organismos a quienes corresponde
responder a expresar su comprensión del
mundo juvenil y a leer su experiencia de acompañamiento vocacional, a
efectos de la recopilación de elementos para la redacción del Documento de
trabajo o Instrumentum laboris.
Con
el fin de tener en cuenta las diferentes
situaciones continentales, se han inserido, después de la pregunta n. 15,
tres preguntas específicas para cada área geográfica, a las que están invitados
a responder los Organismos interesados.
Para
hacer este trabajo más fácil y sostenible, se ruega a los respectivos
Organismos que respondan, indicativamente, con:
-
una página para
los datos,
-
siete u ocho
páginas para la lectura de la situación y
-
una página para
cada una de las tres experiencias que se quiere
compartir.
Si
es necesario y se desea, se podrán adjuntar otros textos para apoyar o
completar este dossier sintético.
1. RECOGER LOS DATOS
Por
favor, indíquense si es posible las fuentes y los años de referencia. Pueden
anexarse otros datos sintéticos a disposición que parezcan relevantes para
comprender mejor la situación de los diferentes países.
·
Número de
habitantes en el país/en los países y la tasa de natalidad.
·
Número y porcentaje
de jóvenes (16-29 años) en el país/en los países.
·
Número y
porcentaje de católicos en el país/en los países.
·
Edad media (en
los últimos cinco años) para contraer matrimonio (distinguiendo entre hombres y
mujeres), para ingresar en el seminario y para entrar en la vida consagrada
(distinguiendo entre hombres y mujeres).
En
el grupo de edad de 16-29 años, el porcentaje de: estudiantes, trabajadores (si
es posible especificar los ámbitos), desempleados y NEET (not in education,
employment or training).
2. LEER LA SITUACIÓN
a)
Jóvenes, Iglesia y sociedad
Estas preguntas se refieren tanto a los jóvenes que
frecuentan los ambientes eclesiales, como a los que están más alejados o
ajenos.
1.
¿De qué modo
escucháis la realidad de los jóvenes?
2.
¿Cuáles son hoy
los principales desafíos y cuáles son las oportunidades más significativas
para los jóvenes de vuestro país/de vuestros países?
3.
¿Qué tipos
y lugares de agregación juvenil, institucionales y no institucionales,
tienen más éxito en ámbito eclesial, y por qué?
4.
¿Qué tipos
y lugares de agregación juvenil, institucionales y no institucionales,
tienen más éxito fuera del ámbito eclesial, y por qué?
5.
¿Qué piden
concretamente hoy los jóvenes de vuestro país/es a la Iglesia?
6.
En vuestro
país/es, ¿qué espacios de participación tienen los jóvenes en
la vida de la comunidad eclesial?
7.
¿Cómo y dónde
podéis encontrar jóvenes que no frecuentan vuestros ambientes
eclesiales?
b)
La pastoral juvenil vocacional
1.
¿Cuál es la
implicación de las familias y las comunidades en el discernimiento vocacional
de los jóvenes?
2.
¿Cuáles son las
contribuciones a la formación en el discernimiento vocacional por parte de escuelas
y universidades o de otras instituciones formativas (civiles o
eclesiales)?
3.
¿De qué modo
tenéis en cuenta el cambio cultural causado por el desarrollo del mundo digital?
4.
¿De qué modo las Jornadas
Mundiales de la Juventud u otros eventos nacionales o internacionales
pueden entrar en la práctica pastoral ordinaria?
5.
¿De qué modo en
vuestras Diócesis se proyectan experiencias y caminos de pastoral
juvenil vocacional?
c)
Los acompañantes
1.
¿Cuánto tiempo
y espacio dedican los pastores y los otros educadores al acompañamiento
espiritual personal?
2.
¿Qué iniciativas
y caminos de formación son puestos en marcha por los acompañantes
vocacionales?
3.
¿Qué acompañamiento
personal se propone en los seminarios?
AMÉRICA
1.
¿De qué modo
vuestras comunidades se hacen cargo de los jóvenes que experimentan situaciones
de violencia extrema (guerrillas,
bandas, cárcel, drogodependencia, matrimonios forzados) y los acompañan a lo
largo de trayectorias de vida?
2.
¿Qué formación ofrecéis para sostener el
compromiso de los jóvenes en el ámbito sociopolítico con vistas al bien común?
3.
En contextos de
fuerte secularización, ¿qué acciones
pastorales resultan más eficaces para proseguir un camino de fe tras el
camino de la iniciación cristiana?
3. COMPARTIR LAS
PRÁCTICAS
1.
Enumerad los
principales tipos de prácticas
pastorales de acompañamiento y discernimiento vocacional presentes en
vuestras realidades.
2.
Elegid tres prácticas que consideráis más
interesantes y pertinentes para compartir con la Iglesia universal, y
presentadlas según el siguiente esquema (máximo una página por experiencia).
·
Descripción: Describid en pocas líneas la experiencia. ¿Quiénes
son los protagonistas? ¿Cómo se desarrolla la actividad? ¿Dónde? Etc.
·
Análisis: Evaluad, también en forma narrativa, la experiencia,
para comprender mejor los elementos significativos: ¿cuáles son los objetivos?
¿Cuáles son las premisas teóricas? ¿Cuáles son las intuiciones más
interesantes? ¿Cómo han evolucionado? Etc.
·
Evaluación: ¿Cuáles son los objetivos alcanzados y los no
alcanzados? ¿Los puntos fuertes y los débiles? ¿Cuáles son las consecuencias a
nivel social, cultural y eclesial? ¿Por qué y en qué la experiencia es
significativa / formativa? Etc.
6. J M J 2 0 1 6
P o l o n i a
10
frases del papa
Francisco a los
jóvenes
Con
la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) en Polonia (2016), cientos de miles de
jóvenes han escuchado mensajes exigentes del papa Francisco. He aquí unos 10
extractos de ellos.
1.
“El Señor no desea ser temido como un
soberano poderoso y distante, no quiere quedarse en un trono en el cielo o en
los libros de historia. Él ama meterse dentro de nuestros acontecimientos
cotidiano para caminar junto a nosotros.”
2.
Refiriéndose
al joven que murió de cáncer pocas semanas antes de las JMJ: “La fe de este chico, de nuestro amigo,
que trabajó tanto por esta JMJ, lo ha llevado al cielo y ahora está con Jesús y
vela por todos nosotros. Esto es una gracia. ¡Un aplauso para nuestro
compañero!”
3.
“¿Qué queréis: vértigo alienante o
fuerza de plenitud? ¿Qué queréis? No se oye bien… Para ser plenos, para tener
una vida renovada, hay una respuesta. Es una respuesta que no se vende, es una
respuesta que no se compra. No es una cosa, no es un objeto. Es una persona y
está viva, se llama Jesucristo. Un aplauso para el Señor.”
4.
“Me gustaría poder estar un poco cerca
de cada niño enfermo, junto a su cama, abrazarlos uno a uno. Escucharlo por un
momento a cada uno de vosotros y juntos guardar silencio antes las preguntas
para las que no hay respuestas inmediatas. Y rezar.”
5.
“Nuestra credibilidad como cristianos
depende del modo en que acogemos a los marginados que están heridos en el
cuerpo y al pecador herido en el alma. No en las ideas, está ahí.”
6.
“Nunca nos alejemos de Jesús aunque
pensamos que por nuestros pecados o nuestras faltas somos lo peor. Así nos
prefiere él, así su misericordia se derrama.”
7.
“Queridos jóvenes, no venimos a este
mundo a ‘vegetar’, a pasar por él cómodamente, a hacer de la vida un sofá que
nos adormece. Al contrario hemos venido a otra cosa, a dejar una huella. Es muy
triste pasar por la vida sin dejar huella.”
8.
“No os dejéis anestesiar el alma, sino
aspirad a la meta del amor hermoso, que exige también renuncia y un ‘no’ fuerte
al doping del éxito a cualquier precio y a la droga de pensar sólo en sí mismo
y en la propia comodidad.”
9.
“¡Por eso os anuncio que la próxima
Jornada Mundial de la Juventud, tras las 2 que se celebran al nivel diocesano,
será en el 2019 en Panamá!”
10.
“No sé si voy a estar en Panamá pero les
puedo asegurar una cosa: Que Pedro va a estar en Panamá y Pedro les va a
preguntar si hablaron con los abuelos, si hablaron con los ancianos para tener
memoria; si tuvieron coraje y valentía para enfrentar las situaciones y
sembraron cosas para el futuro. Y a Pedro les van a responder. ¿Está claro?”
El papa Francisco se
despidió al son de la música de la banda de rock ‘Queen’ con su conocido tema
“We are the champions”.
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